La fotito de campaña en la que aparecen el Papa Francisco junto a Cristina Fernández y “dulce de leche” (así lo llama Daniel Scioli) a Martín Insaurralde fue el premio consuelo de un capricho de la Presidenta que Jorge Bergoglio no lo permitió.
El
jueves 25 de julio, Cristina se levantó con una idea fija en la cabeza.
Ya se estaba preparando su viaje al Brasil donde estaría junto a otros
mandatarios en presencia de la última jornada del Santo Padre en tierra
brasilera.
Pero ese jueves a la mañana Cristina tuvo uno de sus tantos berretines de quien se supone la celebridad número uno del universo.
Les
dijo a sus colaboradores que iba a asistir el viernes a Brasil, junto a
su nieto, su hijo y su nuera, para que Francisco le diera la bendición
al niño recién nacido.
Un
viaje en avión para un bebé de días no es aconsejable, por muchas
razones pero principalmente por el daño que le puede ocasionar al recién
nacido la trepada y el descenso de la nave. Los oídos aún son frágiles
para esos avatares de vuelo que los pediatras recomiendan no hacer.
Pero
la Presidenta no entró en razones y había que cumplir su capricho. La
foto de la abuela en brazos bendecida por Francisco pretendía despertar
“ternura de campaña” y su orden fue activar el encuentro el viernes 27
con Francisco.
De
paso, le daría un cachetazo virtual a Horacio Verbitsky, ya convertido
en un enemigo acérrimo del gobierno, desde la salida de Nilda Garré
hacia un cargo insulso en la ONU, y mucho más desde que el CELS lo mandó
al descenso al General Milani.
Cristina
sabe que en un tiempo más (no se sabe cuánto tiempo), el CELS volverá a
cargar judicialmente contra Jorge Bergoglio, a quien Verbitsky quiere
acusar a toda costa de un pretendido vínculo con el genocidio.
Es
una guerra semi oculta entre ellos dos, y en la casa del espionaje
local ahora reconocen por lo bajo las relaciones entre Verbitzky y la
CIA. Vínculos de vieja data que alimentó económicamente la Fundación
Ford, justo denunciada como brazo legal por el uruguayo Mario Benedetti
cuando aún vivía.
Cristina
le ordenó a Cancillería que hiciera los arreglos necesarios para que
Francisco bendijera ese viernes a su nieto, y esa iba a ser la foto de
campaña.
Pero
se encontró con una inesperada negativo del círculo privado del Papa
Francisco para recibirla y hacer lugar al circo electoral que pretendía
la Jefa de Estado.
Literalmente,
no le respondieron la solicitud, o mejor dicho, la ningunearon y todo
el operativo de viaje relámpago al Brasil se interrumpió esperando la
respuesta que nunca llegó.
El
viernes 26 finalmente Cristina cumplió el itinerario local que iba a
suspenderse, y se la vio en público enfurecida al máximo.
La
bronca era porque el Papa Francisco no hizo espacio a su capricho, y el
domingo siguiente apenas si le dedicó unos segundos al saludo
protocolar junto a “dulce de leche” Insaurralde.
Se las va a ver difícil en lo que resta de su mandato para pretender que sus ínfulas de grandeza sean oídos en el Vaticano.
En breve contaremos como se prepara el Servicio Secreto de Roma para lidiar contra los enemigos del Santo Padre en la Argentina.
El
mismo Servicio Secreto que le torció el brazo a la Polonia comunista
cuando la URSS entró en “guerra santa” contra Juan Pablo II. ¿Recordás
como terminó esa contienda entre Polonia y el papa polaco?
El Muro de Berlín cayó en 1989, y con él sus países satélites. Juan Pablo II falleció de anciano una década y media más tarde.
Los caprichos de Cristina o la maldad de Verbitsky no tienen cabida en ese servicio secreta con sede en Roma.
Por Gerardo Ramos para SEPRIN.
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